(Prosa poética)
Cuando me quedo a solas en medio de la noche, en este instante en el que tu
presencia no es tangible y me arropan las sombras, me dispongo a escribirte, a
desnudar mi alma aunque me duela.
Déjame que te cuente:
Siempre fui demasiado retraída y soñadora. Me
imaginaba que era la estrella de la película, así podía representar el papel
que mejor se adaptase a mi estado de ánimo. A veces, me veía como Madame
Bobary; otras, era Cleopatra… e incluso fui la Cenicienta, a la espera del
Príncipe Azul.
Cayó el telón. Se encendieron las luces. Volví a la
realidad… a una realidad que no me gustaba. Guardé las amarguras en la
trastienda y me fabriqué una coraza que no dejara traspasar los sentimientos,
que ahogara la ternura y no diera cabida a ninguna ilusión. Pero llegaste tú,
en ese otoño de hace apenas un tiempo. Tú me aguardabas en cada recodo de la
vida; y yo volvía, gradualmente, a encontrarle sentido a mi existencia.
No podrás saber nunca, por mucho que te cuente, lo
que fue conocerte cuando todo se hundía. El resto ya lo sabes…. Estás conmigo,
sobre todo a estas horas. Mi corazón recostado en el tuyo, pues allí está mi
lecho. No importan las distancias. ¡Sólo sé que te quiero!
©Carmen Aguirre